El presidente Donald Trump está utilizando su afinidad por los aranceles para amenazar a empresas estadounidenses de alto perfil.
En el último mes, Trump ha dicho que le gustaría imponer aranceles a dos empresas muy diferentes —Apple y Mattel—, dirigidos a sus productos clave, en respuesta a comentarios hechos por sus directores ejecutivos.
Las amenazas de aranceles dirigidas a empresas específicas probablemente enfrentarán problemas legales, especialmente después de una decisión tomada el miércoles por la noche por el Tribunal de Comercio Internacional de EE.UU., que cuestionó la autoridad del presidente para imponer aranceles de manera unilateral sin la intervención del Congreso —una decisión que fue suspendida el jueves por una resolución del Tribunal de Apelaciones.
Sin embargo, Trump sí cuenta con mecanismos que puede utilizar, y está claro que ve la amenaza de aranceles como una forma de presionar a las empresas para que cumplan con sus exigencias.
Incluso sin la decisión judicial de esta semana, Trump habría tenido problemas para implementar aranceles dirigidos a una empresa específica, señaló Lizbeth Levinson, abogada especializada en comercio del bufete Fox Rothschild.
“No tiene el poder constitucional para señalar con nombre y apellido. Tiene que ser toda una categoría de productos, aplicada por igual a toda la industria”, dijo ella. “Pero el modus operandi de Trump siempre ha sido tomar la acción y preocuparse por la realidad después”.
A principios de este año, Trump elogiaba al CEO de Apple, Tim Cook, cuando la empresa anunció planes de invertir US$ 500.000 millones en Estados Unidos. Pero cuando Cook anunció más tarde su intención de trasladar la producción de iPhones destinados al mercado estadounidense de China a la India, claramente enfadó a Trump, quien ha prometido —sin mucha evidencia— que sus aranceles harían que las empresas trasladaran la producción de fábricas extranjeras a plantas en EE.UU.
“Hace mucho tiempo informé a Tim Cook de Apple que espero que sus iPhones que se vendan en Estados Unidos sean fabricados y ensamblados en Estados Unidos, no en India ni en ningún otro lugar”, publicó Trump en Truth Social a finales del mes pasado. “Si ese no es el caso, Apple deberá pagar un arancel de al menos el 25 % a EE.UU.”
Más tarde ese mismo día, Trump aclaró que los aranceles se aplicarían a todos los teléfonos inteligentes importados, incluidos los de competidores de Apple como la surcoreana Samsung, señalando: “De lo contrario, no sería justo”.
Actualmente, los teléfonos inteligentes están exentos de la mayoría de los aranceles de Trump sobre importaciones desde China. Pero una de las herramientas que su Gobierno podría utilizar para aplicar aranceles a los smartphones importados es una investigación bajo la Sección 232, según una nota de investigación de Morgan Stanley.
La Sección 232 de la ley comercial, que otorga al presidente el poder de imponer aranceles a las importaciones en respuesta a amenazas a la seguridad nacional, es la justificación que se ha utilizado para aplicar gravámenes a autos, autopartes, acero y aluminio. Y el Gobierno ya ha anunciado que está llevando a cabo una investigación 232 sobre productos que contienen chips de computadora.
Pero los expertos en comercio dicen que el objetivo de la amenaza no es imponer un nuevo arancel del 25 % a los teléfonos inteligentes, lo cual aumentaría los costos para las empresas y, en última instancia, para los consumidores. El objetivo es lograr que las compañías le den a Trump algo más que él quiere, como una promesa de inversión futura en EE.UU. o el compromiso de no atribuir públicamente el aumento de precios a los aranceles.
“El presidente está obviamente bastante molesto con Apple y Tim Cook,” dijo Clark Packard, investigador del Cato Institute, en una entrevista con CNN. “(Pero) no me imagino una acción específica contra Apple. El público estadounidense se indignaría si sus iPhones… se volvieran considerablemente más caros, ¿verdad? Así que corre el riesgo de perjudicar a muchos estadounidenses comunes que también son votantes”.
Apple no respondió a la solicitud de comentarios de CNN.
Según Packard, ese tipo de aranceles bajo la Sección 232 sobre teléfonos inteligentes podrían ser posibles, pero tomarían tiempo. Mattel no enfrenta la misma preocupación: sería difícil argumentar que Barbie representa una amenaza a la seguridad nacional.
“Los tribunales suelen ser bastante deferentes ante las declaraciones de seguridad nacional por parte del Poder Ejecutivo,” señaló Packard. “Probablemente tienes una base un poco más sólida ahí (con los teléfonos inteligentes) que con Mattel.”

A principios de este mes, Trump amenazó a Mattel con un arancel del 100 % sobre todas sus importaciones de juguetes después de que el CEO de Mattel, Ynon Kreiz, dijera que la compañía tendría que considerar aumentar algunos precios de juguetes debido a los aranceles y que no trasladaría la producción de juguetes a Estados Unidos, ya que eso sería más costoso que pagar los aranceles.
“Impondremos un arancel del 100 % a sus juguetes, y no venderá ni un solo juguete en Estados Unidos, que es su mercado más grande,” agregó Trump. “No querría tenerlo como ejecutivo por mucho tiempo.”
A diferencia de la amenaza de aranceles sobre los teléfonos inteligentes, Trump no ha aclarado si está considerando un arancel del 100 % sobre todos los juguetes o solo sobre los de Mattel. Pero Trump no ha llevado a cabo su amenaza contra Mattel desde que hizo la declaración original. Ni la Casa Blanca ni Mattel respondieron esta semana cuando se les solicitó un comentario.
Pero imponer aranceles prohibitivos en realidad no es el objetivo, dijo Levinson. Similar a Apple, explicó que Trump está más interesado en lograr que Mattel ceda, aceptando algo que él pueda presentar como una victoria, como anunciar planes para abastecimiento nacional de al menos una fracción de sus juguetes. Lo mismo ocurre con los altos aranceles que Trump anunció contra países de todo el mundo, dijo Levinson.
“Tuve muchos clientes que entraron en pánico, me llamaron y me preguntaron qué debíamos hacer al respecto,” dijo. “La verdad es que nunca iba a entrar en vigor.”