¿Qué está en juego cuando una fracción de segundo, la longitud de un brazo extendido o el peso de un cuerpo en movimiento pueden significar la diferencia entre la victoria y la derrota?
Esta pregunta, que está en el centro de los desacuerdos sobre la participación de atletas transgénero en el deporte, ha resonado desde las pistas de atletismo de los institutos hasta los estadios olímpicos, a medida que los legisladores y los organismos deportivos se enfrentan a una intensa presión para que se pronuncien en un debate sobre cómo debe ser el juego limpio.
Aunque pocos atletas trans han alcanzado los niveles de élite de la competición deportiva y aún menos se han llevado a casa los principales premios, el éxito de un pequeño grupo de mujeres trans –en particular la nadadora de la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA, por sus siglas en inglés) Lia Thomas– ha impulsado un movimiento cada vez más enérgico para prohibir que las mujeres y niñas trans participen en equipos acordes con su identidad de género. Desde 2020, más de la mitad de los estados de Estados Unidos han aplicado prohibiciones a la participación de atletas trans.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llevó el esfuerzo a la Casa Blanca, emitiendo un decreto destinado a excluir a las mujeres y niñas trans de los deportes femeninos y a castigar a las instituciones que incluyen a atletas trans. A principios de esta semana, Trump amenazó con retirar fondos federales a California por la participación de una deportista de atletismo de secundaria.
Quienes se oponen argumentan que las mujeres transgénero adultas –incluso las que se han sometido a un tratamiento para reducir sus niveles de testosterona– conservan ventajas físicas injustas después de la pubertad que privarían a las mujeres cisgénero de oportunidades para triunfar.
Deportistas trans y sus defensores, por su parte, señalan la falta de investigaciones consistentes y concluyentes que respalden esta afirmación y las prohibiciones de gran alcance a las que ha dado lugar. Dicen que las personas trans merecen el derecho a competir junto a sus iguales y a beneficiarse de las ventajas sociales, físicas y mentales del deporte.

La investigación sobre el rendimiento deportivo de las personas trans es escasa, y no se han realizado estudios científicos a gran escala sobre el tema o sobre cómo las terapias hormonales pueden afectar a su rendimiento en categorías deportivas específicas, como el atletismo o la lucha libre.
Y aunque las investigaciones existentes insinúan cómo la terapia hormonal puede afectar a las capacidades físicas de una persona, algunos expertos afirman que se necesitan muchos más datos para sacar conclusiones fiables sobre si las personas trans en general tienen ventajas en sus respectivos deportes. Incluso entre los atletas cisgénero, los cuerpos y las capacidades físicas varían mucho, y rasgos que pueden suponer una ventaja en un deporte –como la fuerza de agarre o la densidad ósea– pueden no serlo en otros.
Aun así, el tenso entorno ha llevado a organismos deportivos como la NCAA a dar marcha atrás en sus anteriores políticas de inclusión de las personas trans y prohibir de hecho el de las mujeres trans a los deportes femeninos, al tiempo que permite a los hombres trans jugar en equipos masculinos.
Esto es lo que los estudios nos dicen –y lo que no nos dicen– sobre deportistas trans.
¿Cuántos deportistas transgénero compiten?
El debate se complica por la falta de datos fiables sobre la prevalencia de los deportistas trans, tanto en el deporte juvenil como en la competición internacional. Esto ha llevado a los grupos de defensa de ambos bandos a hacer estimaciones muy diversas y a menudo contradictorias.
En los ámbitos más competitivos, sin embargo, las cifras indican que las personas transgénero representan una pequeña parte de los atletas participantes y rara vez se llevan los primeros premios.
Desde que el Comité Olímpico Internacional (COI) empezó a permitir que los atletas trans y no binarios participaran abiertamente en 2003, se han clasificado menos de una docena. La mayoría han competido en el equipo de acuerdo con el género que se les asignó al nacer, renunciando a la terapia hormonal sustitutiva para poder competir, como Nikki Hiltz y Raven Saunders, atletas no binarias del equipo estadounidense de atletismo.
Solo una mujer trans, la levantadora de pesas neozelandesa Laurel Hubbard, se ha clasificado para los Juegos Olímpicos, y no consiguió completar ni un solo levantamiento.

En el atletismo universitario estadounidense, las principales ligas se han esforzado por cuantificar a los atletas trans, incluso mientras elaboran políticas que prohíben a la mayoría de las mujeres trans competir en categorías femeninas.
El presidente de la NCAA, Charlie Baker, declaró ante el Senado estadounidense el año pasado que tenía conocimiento de que “menos de 10” atletas transgénero competían en la liga, una cifra que representa menos del 0,002 % de sus atletas. Y cuando la NAIA, una asociación universitaria más pequeña, prohibió de hecho el año pasado que las mujeres trans participaran en la mayoría de sus categorías, un portavoz declaró al Washington Post que no hace un seguimiento de si algún atleta trans participa en sus equipos.
Más de la mitad de los estados de EE.UU. también tienen leyes que prohíben a los estudiantes trans en edad escolar competir en equipos deportivos que coincidan con su identidad de género.
El Instituto Williams, un grupo de expertos en Derecho de la UCLA, calcula que hasta 122.000 jóvenes trans de entre 13 y 17 años podrían estar participando en deportes en institutos. Sin embargo, no está claro cuántos de ellos juegan en el equipo que se ajusta a su identidad de género, ya que muchos de ellos presumiblemente viven en estados con prohibiciones en vigor.
¿Cómo confiere la pubertad ventajas deportivas?
Según los expertos, una pubertad masculinizante puede conferir a un atleta ventajas físicas sustanciales. El factor diferencial es la testosterona, una hormona sexual esencial para el desarrollo masculino.
Todos los cuerpos producen testosterona, independientemente del sexo, incluso en el útero. En las mujeres cisgénero, la testosterona suele afectar a la salud ósea y muscular, el estado de ánimo y la energía, el ciclo menstrual y la fertilidad, así como a la libido. Para los hombres cisgénero, hace muchas de las mismas cosas, pero también ayuda a desarrollar características sexuales secundarias.
Algunos pequeños estudios han demostrado que, cuando los niños están expuestos a niveles más altos de la hormona en el útero, puede conferir una ligera ventaja atlética más adelante, pero se necesita más investigación.
Las verdaderas ventajas llegan con la pubertad, dijo el Dr. Bradley Anawalt, endocrinólogo de la Universidad de Washington que ha asesorado a la NCAA.
“A efectos prácticos, los chicos y chicas prepuberales, antes de los 10 u 11 años, pueden competir más o menos en los mismos deportes, y no hay grandes diferencias de tamaño, potencia, velocidad”, dijo Anawalt. “Pero en la época de la pubertad, cuando las concentraciones de testosterona en la sangre de los chicos se disparan, empiezan a aparecer diferencias significativas entre chicos, chicas, hombres y mujeres jóvenes”.
En la infancia, los cuerpos y las capacidades físicas de niños y niñas son bastante similares, dicen los expertos. Cuando comienza la pubertad, alrededor de los 11 años, los testículos de un niño producen 30 veces más testosterona que antes. Los niveles de testosterona circulante superarán entonces en 15 veces los de las mujeres de cualquier edad, según demuestran las investigaciones.
La exposición a altos niveles de testosterona estimula un crecimiento que puede crear una ventaja atlética si la persona no se somete a terapias hormonales para limitar sus efectos. Una pubertad masculinizante conduce a huesos más gruesos, más estatura, mayor masa muscular, mayor fuerza muscular, mayor capacidad aeróbica y un aumento de la hemoglobina, una proteína de los glóbulos rojos que transporta oxígeno a los músculos que trabajan, lo cual es importante para la resistencia.
“Todas estas características suponen ventajas muy, muy sustanciales en el deporte, independientemente de la identidad de género o de la identificación de nacimiento”, señaló la Dra. Joanna Harper, científica posdoctoral que investiga a atletas transgénero en Oregon y que ha asesorado a varios organismos rectores del deporte, entre ellos el COI. “Esto se aplica tanto a las mujeres transgénero como a las intersexuales que pueden haber pasado por esta pubertad masculinizante llena de testosterona”.
La ventaja que una pubertad masculinizante puede tener en el rendimiento atlético depende del deporte, dijo la Dra. Ada Cheung, endocrinóloga que ha escrito mucho sobre atletas trans y ha asesorado a varias organizaciones deportivas.
“Utilizando la fuerza de la parte superior del cuerpo como ejemplo, tiende a haber un índice de diferencia. En cosas como los lanzamientos de béisbol, la diferencia de velocidad puede ser del 40 % al 50 %. Pero si se trata de algo como la natación o el remo, la diferencia puede ser del 10 %”, explicó Cheung, especialista en endocrinología de la Facultad de Medicina de Melbourne. “Entender las diferencias físicas requiere algunos matices”.
Según Cheung, las diferencias de sexo tampoco pueden explicar todas las capacidades que varían en el deporte. El sexo de una persona no determinará su éxito o fracaso en la competición atlética, y las capacidades de los atletas trans varían igual que las de los atletas cisgénero.
“Hay muchísimas diferencias en los seres humanos, independientemente del sexo, que dan a las personas ventajas atléticas”, indicó, como una mayor estatura, una mayor envergadura, una mayor proporción de fibras musculares de contracción rápida o más flexibilidad. Un atleta también tendrá ventaja si tiene más al entrenamiento o una mejor nutrición.
“Es difícil meter la diversidad de la experiencia humana en solo dos casillas”, dijo Cheung.
¿Qué diferencia supone la terapia hormonal de afirmación del género para deportistas trans?
La terapia hormonal de reafirmación de género es un tratamiento médico que utiliza hormonas para ayudar a las personas a alinear sus características físicas con su identidad de género. En el caso de las mujeres trans, incluye estrógenos y un bloqueador de la testosterona.
Aunque una pubertad masculinizante puede conferir ventajas, una revisión de octubre de 2023 sobre las mujeres trans que acuden a este tipo de terapia afirma que muchas de las ventajas “se reducen, si no es que se borran, con el tiempo” si se someten a la terapia hormonal de afirmación de género.
Las mujeres trans que se someten a la terapia hormonal de afirmación de género ven una disminución significativa en sus habilidades atléticas, dijo Harper.
En 2015 realizó un estudio con ocho corredoras trans y descubrió que su rendimiento era mejor que el de las mujeres cisgénero antes de la terapia hormonal; después, eran más o menos iguales.
El ritmo al que cambian los distintos aspectos del cuerpo de las mujeres trans varía.
A los tres o cuatro meses de iniciar la terapia hormonal de afirmación de género, la hemoglobina de las mujeres trans pasa de los valores típicos masculinos a los femeninos.
Al cabo de dos años, un estudio sobre personas no deportistas demostró que las mujeres trans no presentaban ventajas significativas en el rendimiento físico medido por el tiempo de carrera. A los cuatro años, tampoco había ventaja en las sentadillas. El rendimiento en flexiones también disminuyó en las mujeres trans, pero tenían una ventaja estadística con respecto a las mujeres cisgénero.
En cuanto a la fuerza y la masa muscular, las mujeres trans experimentan reducciones en ambas después de la terapia hormonal, según muestra la investigación. Pero se trata de un proceso más lento que con algo como la hemoglobina, señaló Harper, y no está claro cuánta fuerza pierden incluso con la terapia hormonal. Se necesita más investigación para precisar esa respuesta, dijo.
“En sentido absoluto, las mujeres trans seguirán siendo más fuertes que las cisgénero o las mujeres típicas, incluso después de un periodo prolongado de supresión de testosterona”, dijo Harper. “Hay estudios que sugieren ahora que, cuando la fuerza se mide en relación con la masa corporal, las mujeres trans y las mujeres cis tendrán medidas de fuerza similares, y eso no ocurre con los hombres y las mujeres. Las ventajas de fuerza que tienen los hombres sobre las mujeres se reducirán cuando se normalicen con respecto a la masa corporal, pero no se eliminarán, y eso es importante dependiendo exactamente de la actividad que se esté realizando”.
Las mujeres cisgénero pueden incluso tener una pequeña ventaja sobre las mujeres trans en el deporte, en el sentido de que las mujeres trans pierden fuerza muscular, pero sus huesos más grandes y su mayor estatura siguen siendo los mismos, por lo que sus cuerpos tienen que esforzarse más para moverse.
Cheung afirmó que la idea general es que, tras dos años o más de tratamientos de supresión de testosterona y estradiol, el rendimiento físico de una mujer transgénero debería ser “bastante similar” al de una mujer cisgénero, aunque se necesita una investigación más rigurosa para estar completamente seguros.
Los estudios sobre del ejército descubrieron que el rendimiento físico de las mujeres trans disminuía cuando seguían un tratamiento hormonal.
En un estudio de 2021 sobre 46 mujeres trans de las Fuerzas Aéreas de EE.UU., realizaban un 31 % más de flexiones y un 15 % más de abdominales en un minuto y corrían 2,4 km un 21 % más rápido que las mujeres cis antes de empezar la terapia hormonal. Tras dos años de tratamiento hormonal, las diferencias en las flexiones y abdominales desaparecieron, aunque las mujeres trans seguían siendo un 12 % más rápidas.
Un estudio realizado en 2022 con 228 mujeres trans de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. descubrió que, antes de iniciar la terapia hormonal, su rendimiento en flexiones era peor que el de los hombres cisgénero, pero apenas había diferencias en las sentadillas o los tiempos de carrera. El rendimiento de las mujeres trans fue significativamente mejor que el de las mujeres cisgénero tras un año de terapia hormonal. A los dos años, las mujeres trans y las cis tenían tiempos de carrera equivalentes. A los tres años, las sentadillas estaban al mismo nivel. Las mujeres trans seguían siendo mejores en las flexiones incluso a los cuatro años.
Sin embargo, no está claro que los resultados de esos estudios se confirmen en la competición atlética civil.
¿Puede la ciencia resolver este debate?
Ante la inmensa presión de grupos activistas, atletas y políticos, las asociaciones deportivas intentan elaborar políticas para deportistas trans sin disponer de datos significativos sobre su rendimiento en sus categorías específicas, como el fútbol o el baloncesto.
“Si lo que se pretende es ser ‘justo’ –sea cual sea la definición de ‘justo’–, hay que analizar directamente las actividades atléticas individuales”, declaró el año pasado a CNN el Dr. Joshua Safer, director ejecutivo del Centro de Medicina y Cirugía Transgénero del Monte Sinaí. “Se trataría de tomar a personas transgénero que participan en deportes y observarlas antes y después de algunos de sus tratamientos y medir realmente las diferencias, especialmente en deportes comunes”.
Estos estudios pueden ser especialmente difíciles de llevar a cabo, dado el escaso número de atletas trans de élite que hay en cada deporte, señaló Safer.
Pero algunos investigadores también han señalado que, aunque la ciencia desempeña un papel importante, la cuestión central del debate es cultural: ¿qué aspecto tiene la equidad y si el terreno de juego es realmente justo?
“Se trata de una cuestión de justicia social en la que la ciencia no va a satisfacer a todo el mundo”, declaró Anawalt a UW Medicine en 2023. “Me preocupa que los hechos científicos se utilicen para apalearnos unos a otros y que no lleguemos a un consenso porque nuestros sentimientos están muy exacerbados”.
Cree que ninguna investigación podrá ofrecer criterios que satisfagan a todos los atletas.
“Por mucha ciencia que le eches a esto, te vas a seguir quedando con gente haciéndose preguntas: ‘Bueno, ¿y esto? ¿Y esto?’”. dijo Anawalt a la CNN. “Todo se reducirá a que tomemos algunas decisiones sobre lo que creemos que es justo y lo que no lo es”.
“Es una oportunidad para hacernos la pregunta: ¿Cuál es realmente la importancia del deporte?”.